Ultimamente, anda el grupo un poco de capa caída, por ciertos acontecimientos de carácter físico y personal. Así entre la lesión de Liby y alguna que otra cosilla andamos Rafa y yo, sólos, mirando la forma de seguir dándole a esto de la "conquista de lo inútil" que es lo que más nos gusta y el mejor tratamiento que conocemos para la morriña y la depresión. Y así, andábamos, de capa caída, tras la Semana Santa más sosa de los últimos años y con las perspectivas no mucho mejores de pasar el puente del 2 de mayo viendo llover tras las ventanas, cuando, así, de sopetón, se me ocurre el viernes por la tarde, aún en la oficina, con los últimos coletazos de las presentaciones al registro, mirar de nuevo las previsiones meteorológicas, cuando veo que el domingo dan bueno en Alhama de Murcia, y pienso yo para mí mismo -¿y porqué no?, locuras mayores hemos hecho- Así que cojo el teléfono, y le llamo a Rafa, -oye tío, ¿y si mañana por la mañana hago la compra, te vienes a comer a casa y por la tarde nos vamos para Murcia y le damos un tiento a la Carrillo-Cantabella que se nos quedó en el tintero en la última visita?. "Es que el lunes por la tarde tengo que salir de viaje para estar por la mañana en el curro en Cádiz" -me suelta así de sopetón. "Pues nada, -contesto yo-, llegamos, dormimos, escalamos y pá casa, ¿te parece?". "Pues visto así... ¿y que sale la Carrillo?". "Aquí pongo un estribo y se acabó, superior -le contestó yo-". "Pues bueno, pues fale, ¿a qué hora quedamos?"
En seguida, le da Rafa al primer largo, que tras un sencillo comienzo, pero que como siempre te pilla frío, aunque rápidamente te hace entrar en calor al llegar a un pequeño diedro naranja, ligeramente desplomado que te deja bajo una panza que se supera, no sin esfuerzo, pero con buen cacho. Aún quedan unos metros de vertical diedro hasta llegar a la reunión. El resto de la vía, a excepción del tercer largo, ya no da tregua, vertical y mantenida.
El segundo largo es el del famoso 6a de placa, del cuál habíamos oído que tenía truco pero que ninguno de los dos fue capaz de ver dicho truco por ningún lado. Tantos pies de gato han pasado por ahí que han dejado la placa pulida como un espejo. ¡Juer, peaso de largo!, pino, pino y de pies y manos justito, justito. 


Tras él, un diedrito de estéticos pasos, un poco de fisura, un poco de placa y ¡hale hop!, ya estamos bajo la joya de la corona. El magnífico quinto largo de esta guapa vía es la guinda a este pastel, lástima de fotos, pero, entre que sólo teníamos mi móvil y que se quedó sin batería, nos quedamos sin inmortalizar el momento. Pero no os preocupéis que yo os lo cuento para que os hagáis una idea. El largo andará por los treinta o treinta y cinco metros y comienza a la altura del techo de la "Almirante", exactamente a su izquierda, con unos finos pasos en fisura, te vas moviendo en diagonal a derechas sobre un pulido y vertical muro. Las chapas marcan el camino y, como parece lo más evidente, Rafa se fue totalmente a la derecha a una pequeña repisa junto a una fisura y un árbol que te impide progresar por ella (por eso no va la vía por ahí), cuando te quieres dar cuenta tienes que volver al muro, contando sólo con un agarre muy arriba. Rafa las pasó caninas para aguantar la puerta que te hacía el puñetero bloqueo, pero lo sacó; pero a mí me pudo, con tan mala fortuna que me golpeé el nudillo del anular derecho al caer, aún así, aprovechando la circunstancia le entré al paso de otra manera y, esta vez salió, con esfuerzo, pero salió.
Una vez superado el murito, pasos fáciles te dejan en otra jodía placa de adherencia protegida con otra chapa (la vía está totalmente equipada con parabolts) que te deja bajo la traca final, el diedro desplomado de la salida (6a) y su famoso bolo empotrado. Rafa me avisa "es duro, pero sale". Me coloco, me abro, me cierro y, cuando casi lo tengo, saco la mano derecha para bloquear y... el dolor en el dedo anular es tan intenso que es imposible cerrarlo, "no puedo tío, me duele que te cagas, y no puedo cogerme", así que no queda más remedio que tirar de recursos y, con una par de buenos tirones y una "mini tracción" (¡que gran invento!) logro superar el "bolo", el resto ya es más sencillo y los agarres y los pies abundan por todos los lados para llegar hasta la arista final de esta extraordinaria vía que hemos disfrutado en casi total soledad (sólo tres cordadas más vimos en toda la pared). La verdad es que me fastidió no haber podido rematar la faena en condiciones pero, como dice Rafa, dos metros no oscurecen doscientos. Mientras bajábamos, la mano aprovechaba para hincharse pero, afortunadamente, aunque aún me queda algo de dolor residual, creo que no impedirá que, este fin de semana, volvamos nuevamente a las andadas y, como dice aquél, ¡que no falte!.
Y ya os imagináis el resto, bajada por la canal. Llegada a la furgo, recogida, pitillito y a comer al "Jarrón" y luego, pues otros 450 kilómetros de nada para llegar a casa a las diez de la noche, justito para llegar a la cena (je, je, je). En fin, que espero que esta nueva aventurilla os haya gustado y entretenido un ratillo, que es de lo que se trata. Ya veréis ya, el día que aprenda a escalar los "peaso" de reportajes que os voy a colgar. Je, je, je.
Salud, amigos.

A partir de ahí, y por las descripciones que había leído, cogemos el desvío que sale a la derecha y que, con suave bajada nos lleva a cruzar un arroyo y así, cambiar de vertiente.
Tras esperar una horita para dar tiempo a las dos cordadas para que cogieran distancia, nos calzamos los archiperres y enfiló Rafa el primer largo por donde habíamos visto hacerlo a los que nos precedían.

Tras él, una trepada fácil, te deja al pie de una chimenea vertical que, al mirarla, me digo a mí mismo, tronco, tú aquí no coges, o te buscas la vida o aquí te quedas. Para entrar tiene un paso muuuuuy largo que te permite auparte por fuera y luego... bueno, no sé, es que casi mejor ir y verlo ¿no?, espectacular. Yo es que soy muy "mataete" y, claro, estos V gredenses de los de antes, cuando me salen así de bien, me llenan la "tripita" de mariposillas. Sólo deciros que sí, que cogía ¿eh?, que no tuve que meter tripa ni nada de eso.
Aprovechamos para hacer paradita y fonda y dar buena cuenta de unas naranjitas y unas barritas. Mientras, llegaban a nuestra vera los dos chavales que venían detrás nuestra. Da gusto encontrarse gente así en la pared, disfrutando y sin prisas. Que no te estresan. Un abrazo para Cristian y su compañero, con los que fue un placer coincidir en esta estupenda vía.
Deciros que, a partir de aquí, se acaban las dificultades pero no la vía. Hay que mentalizarse que todavía quedan por escalar más de ochenta metros, algunos muy, muy fáciles, y otros con algún que otro pasito, aunque en general, la tónica es más de trepada que de escalada. Nosotros y los chavales que venían detrás no nos quitamos las cuerdas hasta que no estuvimos en la cumbre pero, claro, cada cuál es muy libre de hacer lo que mejor le parezca.
El descenso no tiene mayor pérdida ni dificultad, pequeño y fácil destrepe hasta la canal norte y por ella hasta el final, con la única precaución de no pillar piedras sueltas y terminar manchando la culera del pantalón.
Aunque con un poco de retraso, debido al exceso de trabajo y de ocupaciones -debe de ser que me aburro soberanamente o que he aprendido a manejarme en el "Carpe Diem", pues difícilmente recuerdo etapas de mi vida en que no tuviera nada que hacer. Además es que no puedo, los fines de semana que llueve o que, por cualquier otro motivo, tengo que quedarme en casa, se me hacen tan soporíferos que, finalmente me paso el día durmiendo y, al final, no hago nada. En fin, después de la parrafada, retomo el comienzo y digo:



Además, puedes volver de forma relajada por la parte baja del filo rocoso.









