En seguida, le da Rafa al primer largo, que tras un sencillo comienzo, pero que como siempre te pilla frío, aunque rápidamente te hace entrar en calor al llegar a un pequeño diedro naranja, ligeramente desplomado que te deja bajo una panza que se supera, no sin esfuerzo, pero con buen cacho. Aún quedan unos metros de vertical diedro hasta llegar a la reunión. El resto de la vía, a excepción del tercer largo, ya no da tregua, vertical y mantenida.
El segundo largo es el del famoso 6a de placa, del cuál habíamos oído que tenía truco pero que ninguno de los dos fue capaz de ver dicho truco por ningún lado. Tantos pies de gato han pasado por ahí que han dejado la placa pulida como un espejo. ¡Juer, peaso de largo!, pino, pino y de pies y manos justito, justito.
Tras él, un diedrito de estéticos pasos, un poco de fisura, un poco de placa y ¡hale hop!, ya estamos bajo la joya de la corona. El magnífico quinto largo de esta guapa vía es la guinda a este pastel, lástima de fotos, pero, entre que sólo teníamos mi móvil y que se quedó sin batería, nos quedamos sin inmortalizar el momento. Pero no os preocupéis que yo os lo cuento para que os hagáis una idea. El largo andará por los treinta o treinta y cinco metros y comienza a la altura del techo de la "Almirante", exactamente a su izquierda, con unos finos pasos en fisura, te vas moviendo en diagonal a derechas sobre un pulido y vertical muro. Las chapas marcan el camino y, como parece lo más evidente, Rafa se fue totalmente a la derecha a una pequeña repisa junto a una fisura y un árbol que te impide progresar por ella (por eso no va la vía por ahí), cuando te quieres dar cuenta tienes que volver al muro, contando sólo con un agarre muy arriba. Rafa las pasó caninas para aguantar la puerta que te hacía el puñetero bloqueo, pero lo sacó; pero a mí me pudo, con tan mala fortuna que me golpeé el nudillo del anular derecho al caer, aún así, aprovechando la circunstancia le entré al paso de otra manera y, esta vez salió, con esfuerzo, pero salió.
Una vez superado el murito, pasos fáciles te dejan en otra jodía placa de adherencia protegida con otra chapa (la vía está totalmente equipada con parabolts) que te deja bajo la traca final, el diedro desplomado de la salida (6a) y su famoso bolo empotrado. Rafa me avisa "es duro, pero sale". Me coloco, me abro, me cierro y, cuando casi lo tengo, saco la mano derecha para bloquear y... el dolor en el dedo anular es tan intenso que es imposible cerrarlo, "no puedo tío, me duele que te cagas, y no puedo cogerme", así que no queda más remedio que tirar de recursos y, con una par de buenos tirones y una "mini tracción" (¡que gran invento!) logro superar el "bolo", el resto ya es más sencillo y los agarres y los pies abundan por todos los lados para llegar hasta la arista final de esta extraordinaria vía que hemos disfrutado en casi total soledad (sólo tres cordadas más vimos en toda la pared). La verdad es que me fastidió no haber podido rematar la faena en condiciones pero, como dice Rafa, dos metros no oscurecen doscientos. Mientras bajábamos, la mano aprovechaba para hincharse pero, afortunadamente, aunque aún me queda algo de dolor residual, creo que no impedirá que, este fin de semana, volvamos nuevamente a las andadas y, como dice aquél, ¡que no falte!.
Y ya os imagináis el resto, bajada por la canal. Llegada a la furgo, recogida, pitillito y a comer al "Jarrón" y luego, pues otros 450 kilómetros de nada para llegar a casa a las diez de la noche, justito para llegar a la cena (je, je, je). En fin, que espero que esta nueva aventurilla os haya gustado y entretenido un ratillo, que es de lo que se trata. Ya veréis ya, el día que aprenda a escalar los "peaso" de reportajes que os voy a colgar. Je, je, je.
Salud, amigos.