19 de diciembre de 2010

PICO DE LA MIEL - VIA JULITO

Este finde pasado (18 de Diciembre de 2010), el grupo de los carburantes quedó reducido a dos elementos (de mucho cuidado, por otro lado), ya que el elemento (o debo de decir elementa -menudo lío con el lenguaje "paritario") tenía un compromiso social ineludible. Así que los tíos, que a la que nos vemos solos ya no sabemos ni atarnos los calcetines, cogimos el material de invierno y quedamos el viernes por la noche en mi casa para salir tempranito a ver si dábamos lustre a los crampones y los "piolos". Una vez que hubimos cenado (segunda ocasión más importante en la que el cerebro se nos ilumina) nos percatamos que, en los días pasados, había llovido bastante y se había llevado casi toda la nieve que había, por lo que por mucho frío que hiciera poca oportunidad de pinchar hielo tendríamos. Así que nos lo replanteamos y, a la vista de la previsión de meteored (la aemet no da una, daba lluvias al 65% para el sábado) pensamos que porqué no darle otra vuelta de tuerca al Pico de la Miel, esta vez en una vía que teníamos en la agenda desde hacia tiempo como "imprescindible": la vía Julito, cotada de 6a por unos y de 6a+ por otros y de "directamente cristalizada" por nosotros una vez pasada la famosa placa de adherencia.

Pero... si no me he traído los gatos -cayó Rafa de repente- ni los cacharros... sólo he pillado un juego de fisureros y tres o cuatro "friends" medianos.

No problemo amigo -respondo yo- te dejo los gatos de Víctor (mi hijo) y con lo que llevamos ya nos apañaremos.

Asi que, con esas nos fuimos a dormir y a las siete y media dábamos buena cuenta de un suculento desayuno a base de fruta, café y bollitos y a la nave espacial "Jumpy Star" a surcar los insondables de la N-I camino de la Cabrera.

Cuando llegamos al parking caía una pelona de mucho cuidado, así que guantes y gorrito y "caminito y manta".




La aproximación, tan entretenida como siempre y, a medio camino, todo empieza a sobrar. El cielo azul (señores de la aemet, ay, ay, ay) y sin nubes, pero fresquito a la sombra para dar y tomar.


Enseguida estamos a pie de vía peroooo... ¿donde se ha metido este chico?


Rafa llega bajo el techo de la gran laja colgada y le veo que se tira a la izquierda -no, no Rafa, va por la derecha por diedro-, -ya, ya, si lo sé -contesta- pero la fisura es muy ancha y no hemos traído nada que entre así que voy a ver si es factible por la izquierda- Pues menuda pinta de "chunga" tiene esa bavaresa -pienso yo, temblando por la posibilidad de subir por ahí- pero el tío va decidido a por ella, lo mira, lo remira, se sube, lo valora y ¡zas! cuando me quiero dar cuenta se ha montado en ella y está metiendo un fisurero. Con delicadeza y pasito a pasito, la va sacando hasta que llega a un buen agarre en forma de pico -desde aquí no hay problema, grita- (¿y hasta ahí? sollozo yo para mí mismo y mis adentros)

Al poco, le oigo gritar reunión y "alea jacta est", ya no hay excusas. Cuando me ato y me pongo los gatos se acaba el hormigueo del estómago y empieza la concentración, aunque tengo que reconocer que me gustan las vías con el primer largo fácil... me cuesta entrar en calor
El primer largo comienza a la derecha de la vertical del techito por una fisura un poco resbaladiza hasta llegar a un buen agarre, en ese momento, a nuestra izquierda se adivina una escueta repisilla horizontal que nos marca el camino de la travesía que hemos de hacer hasta lograr montarnos en ella con pasos de adherencia cuidadosos, la recorremos hasta que se acaba y, desde allí, tendremos que estirarnos para alcanzar otra buena regleta desde la que continuaremos hacia la izquierda


Hasta alcanzar un puente de roca ya bajo el techo, aquí, habría que montarse en el diedro que queda justo sobre nosotros un poco a la derecha, pero cómo dije más arriba, nosotros seguimos hacia la izquierda para alcanzar el inicio de la bavaresaEsta, al principio desploma un poco y mosquea bastante,



así que, hasta que me "cantaron" el truco y lo asimilé, me costó un par de resbalones y muchos sudores



hasta que al fin pude colocarme


y llegar al agarre salvador


El segundo largo comienza por una buena fisura que se da sin mayores problemas y algún que otros apretoncete, hasta que montado sobre ella puedes ver cuatro chapas que protegen la parte más complicada de una vertical placa de adherencia que da el grado máximo de la vía (6a según los croquis antiguos y 6a+ según las apreciaciones más recientes)


Aquí, Rafa sufrió más de la cuenta por los gatos "prestados" dos números mayores que el suyo, parecía un gnomo con las puntas dobladas y ¿la adherencia? bien, gracias, ¡je!, encima, con el frío, ambos nos habíamos dejado los calcetines gordos, así que, cuando apretaba y bajabas el talón los puñeteros gatos se salían por detrás, vamos muy divertido todo.


Con no pocos sudores, y alguna que otra parada para meterme el talón en los gatos (y ahora que no nos oye nadie alguna chapa pisada también que hubo, ¿eh?), consigo pasar la parte más dura de la placa y alcanzar un canalizo salvador ligeramente a la izquierda -el momento del desquite, grita Rafa-



Así alcanzamos la segunda reunión, en una buena repisa que nos deja bajo un elegante muro vertical de agarritos y regletas, con buenos apoyos para los pies. Un largo bien guapo y vertical que nos conduce esquivando el techo por su izquierda, hasta llegar a un bloque pegado al que nos subiremos con un paso largo, largo o con un par de buenos estribos, je, je.

Una pena no tener fotos de este largo pero es que, desde la reunión, no se ve, y además la cámara se fue a dormir sin batería. Así que la próxima vez será, ya que nos quedamos con ganas de probar la variante que sale a la derecha de la tercera reunión, unos bloques fisurados con muy buena pinta, pero, al compartir reunión con la Guirles e ir una cordada de tres hacia ella nos hizo desistir del intento. Así que, como habrá que volver a probarla, pues ya os pondremos fotitos de ella.

Bueno, espero que os haya gustado esta nueva aventurilla y las fotos que las ilustran. Un saludo a todos.

24 de octubre de 2010

LA VIA MAS LARGA DEL PICO DE LA MIEL, LA CHOCOLATE

(Foto realizada por Fernando García-Mauriño (Bulnesland) el 15 de Julio de 2007. Gracias compi.)



Alguno, al ver el título de la entrada habrá pensado "este tío es un indocumentado, la vía más larga del Pico de la Miel es el Espolón Manolín" y tendrá toda la razón del mundo si piensa en metros, pero estará de acuerdo con el título una vez haya leído todo el "repor" ya que esta vía la empezamos un domingo 18 de Octubre y no la pudimos terminar hasta el siguiente sábado 24.


Domingo, 18 de Octubre de 2010.


Llegamos a las nueve y poco de la mañana al parking de "El Águila" con la intención de escalar la vía Chocolate al Pico de la Miel después de varias semanas en las que, por una razón u otra, o habíamos salido a entrenar haciendo deportiva en Patones o en La Pedriza, o el exceso de trabajo sólo nos había permitido salir a patear desperdigados. Pero, por fin, estábamos allí dispuestos a reanudar nuestro idilio con la escalada que verdaderamente nos gusta. Yo, por fortuna, había tenido oportunidad de darle un tiento al "pequeño y tumbado bigwall" del Halcón con mi "compi" (Bulnes) y su colega "Patxi", el resto todo deportiva.
El día era espléndido, despejado, fresquito... ideal para escalar.
Cuando llegamos a la plataforma de la Piloto, ya se veía a un montón de gente por todos lados pero lo que no imaginábamos es que todos hubiéramos pensado en la misma vía. Bueno, es lo que tiene, después de un par de "findes" de mal tiempo, todos salimos con ganas, así que nada, a ponernos el traje de faena y a la labor.





Como no conocemos la vía, el plan es que, como casi siempre, vaya el jefe delante y el personal de tropa le siga. El primer largo comienza, tras una trepadita, bien por una fisura que sirve a algunos para entrenar...



... o bien por una plaquita que hay más a la derecha. Desde allí hay que subir a coger una bavaresa resbaladiza a causa de la gran cantidad de escaladores que por allí pasan. Rafa la supera sin más complicaciones protegiéndola al gusto, por si algún matao tuviera necesidad de recurrir a ciertas artimañas...
Tras la bavaresa un diedro vertical con fisura y buenos agarres


nos deja en una pequeña plataforma donde Rafa improvisa una reunión con friends y puente de roca ya que la reunión, unos quince metros más arriba está ocupada. A la izquierda, la reunión de otra vía (creo que es la Lola Flores) ya presenta un aspecto preocupante con cuatro personas en ella y otro subiendo, más arriba, la reunión es común. Detrás nuestro, pisándonos los talones, viene otra chorizada de cuatro



la verdad es que yo estoy especialmente motivado y en buena forma después de tanto entreno y no estoy dispuesto a estresarme por nada, pero, como dijo alguien a mi lado "joder con el deporte minoritario". Rafa tira para arriba hasta la reunión y cuando llego yo aquello es un caos, me quedo más atrás, sentado en una plataforma sin poder pillarme de la línea de vida, sólo cogido del ballestrinque, Liby viene por detrás, según supimos después "cagando vinagre", porque no la oíamos y no la salía un fisurero, la cuerda no se recogía bien porque se había quedado enganchada, todo el mundo gritando a sus respectivos... ¡uf!, ¡insoportable!. Cuando llega Liby, un alemás llega tras ella y tiene que improvisar la reunión más abajo. Le digo a Rafa, que hay otra reunión un poco más arriba a la derecha, tras superar una bonita fisura en forma de media luna de las de hacer equilibrios. Sale escopetado hacia allá.

Valoramos la posibilidad de subir por la placa pero Rafa no está por la labor, monta el rappel y los tres para abajo, ya volveremos otro día más prontito.



Sábado, 24 de Octubre de 2010

El viernes por la noche me llama Liby, mañana a las ocho en "El Aguila" a ver si terminamos "La Chocolate". "Ok -contesto- pero porque no pasáis por casa que os pilla de paso y vamos con la furgo, buena gana de llevar los dos coches", "vale, entonces a las siete y media en tu casa. ¿Cómo llevas el trancazo?", "Mal, pero esta tarde me he echado una siesta de las que dormía Cela (de pijama y orinal) y parece que estoy un poco mejor". ¡Je, gran error!, al irme a la cama mi mente decía a dormir y mi cuerpo que luego. Me dan las dos de la mañana, sudando el "consti" pero sin pegar ojo, a las dos y media me quedo un poco dormido y a la cuatro y once mi hijo se levanta para ir a trabajar y me despierta. Me desvelo de nuevo y me cuesta volver a dormir. Cuando suena el despertador a las seis y media sólo quiero destrozarlo y volver a dormir. Me levanto sudoroso, cansado, con sueño y tosiendo. Mientras desayuno, veo la clasificación de la F1.

Por fin, llegan Liby y Rafa y tiramos para La Cabrera... "no sé si voy a poder subir, estoy destrozado, anuncio". Nadie dice nada, es lo que tienen los madrugones. Cuando llegamos al parking del Aguila, Liby da la sorpresa, "subir vosotros porque yo no voy a escalar", pues estamos buenos -pienso yo-. Bueno, subimos todos a pie de vía y allí decidimos. Tras un tira y afloja, al final es lo que hacemos. Lo paso fatal en la subida, no puedo respirar por la nariz y el cardio funciona mal, sudo demasiado y a las piernas las cuesta calentar. Bueno, pienso para mí, ya llegaré. Finalmente, llegamos a pie de vía y sólo hay otra cordada que van a la Esteban Altieri. Es nuestra oportunidad, pero Liby sigue empeñada en que no sube, así que saca un libro y allí se queda mientras Rafa y yo nos preparamos. "Después de venir hasta aquí no vamos a hacer el "canelo", pienso yo". Así que para arriba.

¡Que manera de sufrir!, la bavaresa, que una semana antes habia superado sin ningún problema, hoy me cuesta horrores, resbalo en un par de ocasiones y voy resoplando, no puedo respirar por la nariz y me duele todo, sudo como un pollo. Esta vez, Rafa ha podido hacer el largo de un tirón y los cincuenta metros se me hacen eternos, con paradinhas, voy tirando, me encuentro fino pero "blandengue", el cansancio me pone las orejas tiesas y encuentro agarres donde otras veces paso "a bloque", a veces como un elefante en una cacharrería. Llego a la reunión y estamos solitos, sólo un chaval muy arriba, en otra vía, y los de la "Esteban" a nuestra derecha...


Rafa me da unos minutos de descanso y para arriba, este largo no es tan físico, la bonita fisura de equilibrista y, después, en adherencia hasta un pequeño extraplomo. Una vez superado, ¡je!, una travesía de las que te curan el constipado de golpe, en adherencia para, con un paso largo coger una fisura que intuyes pero no ves.

La vista de la fisura del tercer largo, desde la reunión es impresionante, el patio que hay debajo también. Esta parte del Pico de la Miel es una maravilla.



Rafa, tras unos momentos de duda, si atacar el techo de frente o rodearlo, finalmente tras unos finos pasos en adherencia llega a la entrada de la fisura



y se la merienda con patatas,


en un pis-pas está en la reunión del nicho recogiendo la cuerda. Yo voy a probar a entrar recto, en adherencia, sólo tengo que llegar a una regleta y un pequeño agujero, un paso largo, casi un pie-mano, y estoy cogiendo el techo en invertido, me supero, subo el pie derecho y el izquierdo al lateral del techo y ya estoy casi en la fisura. La verdad es que merece la fama que tiene. La primera parte es vertical y disfrutona, fisura de dedos, un pie en la fisura y otro por fuera te permiten superarla hasta que, casi al final, se ciega y llegan los dos pasos técnicos que dejo en el aire para que sorprendan a quien se anime a repetirla.



Salvo un fisurero que se negaba a volver con papá...


y unos momentos de incertidumbre hasta que averigüe como resolver los tres últimos pasos, la fisura la disfruté como se merece.





Finalmente, desde el nicho, nos entra la duda, por la derecha o por la izquierda. Las dos son placas y las dos tienen pinta de ser finas y expuestas, como vemos una chapa en la de la derecha según miramos la pared, Rafa se decide por ella, luego comprobaríamos que esta es la variante, la original va por la otra placa, la de la izquierda. De todos modos, una vez superada, no nos arrepentiríamos. La placa es entretenida, una entrada en travesía desde el nicho, fina y aérea, pequeñas regletas y un paso de adherencia "muy pedricero" protegido con la chapa. Después, una pequeña travesía "cardiaca" hasta pillar una bavaresa "a izquierdas" y, finalmente, otros dos o tres metros de adherencia pedrizera pero en el granito de La Cabrera. Un largo que nos dejó un estupendo sabor de boca para rematar esta preciosa vía que, a pesar del trancazo y del cansancio, me encantó y que nos apuntamos como "repetible".



Y eso, eso... eso es todo... amigos!

23 de agosto de 2010

ALPES 2010 - LA ARISTA DE LOS COSMICOS

Cuando salimos de Madrid, el 13 de Agosto, ya eramos conscientes de que apenas tendríamos dos días de buen tiempo para intentar hacer esta clásica entre las clásicas del alpinismo europeo. La Arista de los Cósmicos, en la Aiguille del Midi, es, quizás, la vía alpina más transitada de todos los Alpes en verano. Su afilado itinerario de nieve y roca, se convierte en un crisol de nacionalidades peregrinando hasta la mítica estación del teleférico de la Aiguille que, en dos tramos, sube desde el mismo corazón de Chamonix hasta los 3.842 metros de su afilada cumbre donde se encuentra la antena que la corona.
Llegamos el sábado 14, temprano, después de más de quince horas de viaje desde Madrid, en la nave estelar Jumpy Star. Qué bueno es tener una furgonetilla para este tipo de viajes, no sólo porque es mucho más cómodo el pasar tantas horas dentro, si no por la cantidad de bultos y cosas que puede uno meter dentro. Consumo moderado, velocidad de crucero de 130 km/h en Francia sin apuros y sin grandes consumos... se nota que la tengo cariño a la "jodía".

Ibamos con una cierta incertidumbre ya que habíamos alquilado una casa por internet a un precio razonable para lo que es Chamonix y, aparentemente, enorme, ya que pensábamos en ir unas ocho o nueve personas, aunque al final, sólo fuímos cinco y la perrilla. ¿Existiría la casa que sólo habíamos visto por fotos en la web?, ¿sería como parecía en las fotos?. Pues sí, la casa existía, y era tan grande como decían que era, perfecta para quince o dieciseis personas. Con su chimenea, su pantalla gigante de tele, su mesa de billar, su jacuzzi en la terraza... una pasada vamos. Es cierto que podría haber estado un poco más limpia y que algunas cosas notaban el paso de los años... pero una casa de alquiler que en invierno se utiliza como albergue... ¡pues ya se sabe!. La casa merece la pena, el sitio merece la pena, es calentita y está muy bien con un precio muy razonable si se juntan varios para alquilarla en una semana.
Tras descansar el sábado, lloviendo todo el día, el domingo amaneció lloviendo también y con mala pinta en las alturas. Fuímos a Chamonix para comprobar la meteo y ver si había cambiado algo, pero la previsión seguía siendo la misma: lunes lluvia y tormentas eléctricas, nieve a partir de 2.900. Martes, claros en la mañana y posibilidad de lluvias en la tarde, nieve a partir de 3.000. Miércoles clara mejoría, tiempo despejado y soleado con temperaturas moderadas, 23 grados en el valle. Jueves, igual que el anterior. Viernes, mucho calor. Esta y no otra fue la previsión que encontramos tanto el domingo, como el lunes y el martes en todas las farmacias de Chamonix (que es donde cuelgan la previsión), así como en la Casa de la Montaña y no lo que he podido leer que dice el señor responsable municipal de Chamonix en algunos medios de comunicación, a la vista de lo que sucedió después. Con estas previsiones, la cosa estaba clara, tras decirnos en la Casa de los Guías que nos olvidáramos de la Norte de la Tour Ronde, el miércoles atacaríamos la Arista de los Cósmicos y después ya veríamos lo que hacíamos hasta el sábado que tocaba la vuelta. Mientras tanto, a descansar y hacer turismo, que en Chamonix se puede hacer, y mucho. Pero ese es otro reportaje que, quizás, dejaremos por aquí, ahora se trata de lo que ocurrió el miércoles 18 de Agosto.
El martes por la noche dejamos todo preparado y decidimos subir ligeros de equipaje, nos repartiríamos en dos cordadas. Por un lado, irían Carlos (nuestro buen amigo chileno) y Liby (Diesel Star) y por otro Rafa y Josefer. Subiríamos en el teleférico de las siete y media de la mañana para evitar las aglomeraciones de la primera hora, con el arnés y el casco ya colocados. Nos fuímos a dormir temprano para levantarnos a las cinco y media, con tiempo para desayunar y hacer una última revisión del material. Tengo que reconocer que no pegué ojo en casi toda la noche, la incertidumbre era mucha, ¿cómo reaccionaría a la altura?, hacía más de quince años que no me movía por encima de los tres mil metros y ahora tendría que escalar por encima de los tres mil quinientos, ¿podría?. Así dieron las cinco y cuarto de la mañana, cuando ya no aguantaba más en la cama y me levanté para ducharme. Desayunamos copiosamente y, con todos los bártulos, salimos para la estación del teleférico.

Finalmente, pudimos tomar el de las siete de la mañana, casi todos alpinistas, aunque algún turista madrugador nos acompañó en el viaje. Una mala coordinación en el enlace del primer tramo nos hizo llegar arriba casi a las ocho menos cuarto. Rafa y yo, al final, no nos pusimos los arneses abajo y nos entretuvimos algo más que Carlos y Liby de modo que, cuando salimos a la arista que, vertiginosa, baja hasta el Valle Blanco, ellos ya estaban casi abajo, aquello unido al efecto que la altura tuvo sobre mi rendimiento físico, fue fundamental para lo que luego sucedió.

La primera impresión es quizás la más fuerte de todo el recorrido, estás rodeado de la tecnología humana por todos los lado y, un sólo paso, te hace comprender de golpe donde te encuentras. Un cartel y una puerta metálica cerrada con un candado te avisan de ello. "Si usted cruza este punto lo hace bajo su entera responsabilidad. A partir de aquí se encuentra usted en una zona de alta montaña y existe un peligro cierto de muerte." Saltas la valla, te colocas los crampones y, cuando crees que estás listo, abandonas la cueva de hielo y, de repente, una ráfaga de fuerte viento te sacude, miras abajo, a tus pies, y descubre que te encuentras sobre el filo de una fina arista en la que sólo caben tus pies en paralelo, a la izquierda una caída en vertical de más de mil metros, a tu derecha, trescientos metros de vertiginosa ladera hasta el valleé blanchê.

Pasos cuidadosos, demasiado cuidadosos. Ahora la bajada se pone casi vertical, se ven los escalones, "no des pasos largos", me dice Rafa, ¿pero cómo darlos cortos? pienso yo. No ha habido paseo de adaptación, no hay aproximación que permita calentar, no hay respiro. Los cuadriceps me arden de sujetar las rodillas, mis maltrechas rodillas -maldita edad-, "menos mal que compré las botas", voy pensando, pero intento no distraerme -"voy demasiado lento", pero los vicios de tantos años me impiden andar de otro modo "yo voy más cómodo con un pie lateral y otro de frente" pienso, pero aquí no cogen. Y el viento te sigue sacudiendo, tengo que parar o me van a saltar los tendones de las rodillas. Por un pequeño defecto congénito mi pie izquierdo está ligeramente desviado hacia afuera y llevarlo en paralelo es un auténtico suplicio, pero no hay otra -"vamos Jose, me apremia Rafa"- pero yo tampoco quiero cometer ningún error. Uno de los pensamientos que me quitaba el sueño la noche anterior era esta puñetera arista. Incluso estuve pensando en decirle a Rafa que la bajaba sin encordar. No quería ni pensar en lo que sucedería si cometiera un error y resbalara hacia uno de los lados, la cuerda era poco más que un seguro psicológico, peso más del doble que Rafa y este pagaría mi error con un precio tan alto como el mío, y eso no era justo.

Al fin, llegamos a una zona un poco más ancha, dos cordadas que venían sufriéndome por detrás aprovechan para pasarnos y yo aprovecho para bajar con mi estilo habitual, al que yo estoy acostumbrado. Diossss, que descanso en los cuadriceps, mejoro el rendimiento y la velocidad y ahora bajo bien, o eso creo puesto que Rafa me tira de la cuerda -"así no que vas a resbalar, los pies en paralelo"- y yo pienso "menuda puñeta, con lo bien que voy así". Llegamos al último tramo y no me puedo resistir -"¿qué tal aquí un poco de "culoesquí"?"- "Adelante" -confirma Rafa- y bajo los últimos quince metros de un tirón (recuerdo que una vez, hace años, bajamos un amiguete y yo toda la ladera de la Maliciosa hasta la Barranca ramaseando en una nieve increíble). Bueno, pasó lo peor (o eso pensaba), sólo quedaba atravesar el valle blanco hasta el refugio de los cósmicos y allí iniciar la vía.

En realidad, aquí comenzaron mis problemas con la altura. No puedo decir que me diera mal de altura propiamente dicho, la verdad es que no. No me dolía la cabeza, no tenía taquicardia... pero al comenzar a subir la suave pendiente desde el valle hasta el viejo refugio abandonado me dí cuenta del problema. Apenas subía cuatro pasos y no podía respirar, me mareaba y tenía que parar. Otros cuatro pasos y de nuevo el mareo. "¿Cómo vas?" -me pregunta Rafa, consciente de lo que ocurría- "Mal, respondo yo, me mareo y me cuesta respirar", "¿quieres que demos la vuelta?", "no, vamos a seguir, a ver que tal evoluciono". La primera subida de la arista, toda por nieve, es un suplicio. Tres pasos y parada, tres pasos y parada. Tengo que respirar por la boca para que el aire me llegue a los pulmones y eso supone un problema. Llegamos a un pasito un poco más complicado y el esfuerzo se me hace enorme, apenas tengo fuerzas en los brazos y el mareo es aún peor. Aún así, estoy dispuesto a continuar. Se lo digo a Rafa pues creo que es una decisión que nos afecta a los dos, sobre todo teniendo en cuenta que, a partir del primer rappel, la única salida es por arriba y la decisión tiene que ser de los dos. "Si quieres lo dejamos, tú decides, me dice", "vamos a seguir, hemos venido a hacerla y la vamos a hacer, aunque sea despacito, ¿tú que dices?". "Vamos a hacer una cosa -me contesta- nos encordamos a diez metros, más o menos, subo yo, busco un sitio más o menos seguro y subes tú, así vas recuperándote". Dicho y hecho, y la cosa funcionó, dosificar el esfuerzo junto a una paradita en la que tomamos agua y una barrita me devolvió la vida. "Cómo te ha cambiado la cara -me dice Rafa-, hace un momento estabas blanco, me dabas miedo", "pues ahora me fumaría un cigarrito -le contesto yo-", "ni se te ocurra, ¡vamos que ya estamos cerca de los rappeles". Y así era, fue doblar un recodo y, de repente, nos encontramos con toda la cola. Dos guías italianos con, al menos seis o siete chavales, dos alemanes y, detrás nuestra tres franceses bastante majos. Allí estuvimos casi una hora parados, helados, mientras la tormenta empezaba a engullirnos a todos. Las manos se quedaban heladas, había que moverse, te quedabas entumecido en pocos minutos. Llegó un tío en solitario, vió el percal, se asomó dos o tres veces y, a la siguiente, tomó por el camino de enmedio y se destrepó este primer tramo. Al fin, les tocó a los alemanes, debían de ser las circunstancias, pero me parecieron tremendamente lentos, no nos tocaba nunca. Al fin, llegó nuestro turno, Rafa no perdió un minuto, pasó la cuerda y para abajo, unos pocos minutos después bajé yo, no tardamos nada pero los italianos seguían descolgando gente por el segundo rappel, el más complicado y algo volado. Ya estábamos completamente empapados, como se agradece la ropa técnica en estas condiciones, sólo las manos sufrían, me puse los guantes gordos, los Low Alpine que me regaló Rafa para hacer hielo, pero casi fue peor, los finos estaban empapados y casi no sentía las manos. "¡Madre mía, otra media hora larga que llevamos aquí y la tormenta va a peor, ¿qué está cayendo, agua o hielo?!", "qué lujo las botas, no me duelen los pies y van calentitos", voy tratando de entretenerme en estos pensamientos mientras pasa el tiempo lentamente. Parecemos molinillos agitando los brazos y moviendo las piernas para no quedarnos helados. Al fin nos toca, "este Rafa es un máquina con las maniobras, no ha tardado ni dos minutos y ya le oigo ¡vamos Jose!". Me muevo por la pequeña repisa helada hasta la seguridad de las chapas y la cadena, coloco la línea de vida y agarro las cuerdas. Tengo que concentrarme para no perder el reverso, las manos están frías y torpes y sólo a la tercera logro pasar el mosquetón por las cuerdas, estoy listo, miro al francés que está detrás mío y sonríe, no he debido de tardar mucho después de todo. Me coloco y saco el culo al volado pero no parece una buena idea, finalmente me cuelo por el estrechamiento y ya me siento mejor colgado de la cuerda. Sólo unos minutos y estoy junto a Rafa, en una pequeña repisa de nieve que rodea el segundo gendarme. "Ve subiendo mientras recojo la cuerda, me grita Rafa", ya casi no podemos oírnos con la que está cayendo. Rodeo el gendarme y me encuentro con la primera dificultad un poco seria de la Arista, un sistema de fisuras encajonado en una chimenea que termina con un paso largo para cruzar encima de un bloque, y nuevamente la cola. Aquí los italianos no se comen mucho la cabeza para subir a los chavales, aunque a los alemanes les cuesta un poquillo el paso. Sube Rafa y tras mirarlo un par de veces lo resuelve sin grandes dificultades, arriba asegura y me toca a mí. Vamos a ver si las fuerzas han vuelto a los brazos o no. Subo las fisuras de la derecha y logro alcanzar el taquito de roca donde apoyar el pie mientras pongo los brazos al otro lado y doy el paso largo con el pie derecho, todo va bien pero en el último momento el crampón del pie izquierdo resbala y me caigo cuando ya casi estaba resuelto el paso. "¡Joder, qué putada!" no puedo reprimir la exclamación, ahora hay que duplicar el esfuerzo, el paso sale, aunque la salida no es precisamente elegante, la repisa esta ya totalmente cubierta de hielo y tengo que arrastrarme un poco, tengo que tomar un respiro antes de incorporarme y Rafa me apremia, "¡vamos Jose, arriba, no te pares ahora, vamos tío, de pie!" creo que Rafa se ha asustado pensando que las fuerzas me han abandonado definitivamente, así que me pongo de pie y le sonrío, "tranqui tío, estoy tomando un respiro, no veas lo que me ha costado".
Por delante de nosotros se nos presenta una travesía que impresiona un poco, un tramo helado descendente que no deja sobre un bloque a modo de esquina, en oposición saco el cuerpo hacia mi derecha y veo donde poner el pie derecho, un pequeño escalón colgado sobre un corredor que se pierde en la niebla, vertiente abajo, un poco más allá otro escalón colgado y luego, una exigua repisa que da paso a otra travesía descendente, completamente helada, sobre una pared vertical fisurada. Cuando hago el giro sobre el primer escalón y me dispongo a cambiar el pie para poder pasar el derecho al otro escalón, con todo el culo fuera, colgado del vacío, llega el francés y muy amablemente me dice que si me ayuda. No creo que lea esto pero si es así, tío disculpame pero me salió del alma, voy y le contesto al pobre: "Si me tocas te como la mano". Después de estos tres pasos, la repisa y la travesía, encajando la hoja del piolet en las fisuras sale bastante bien y cuando me encuentro con Rafa ambos nos recibimos con una sonrisa de oreja a oreja. Para mí, personalmente, es uno de los pasajes más expuestos pero más bonitos de toda la travesía. Lástima que sólo viéramos cuatro metros alrededor. Seguimos subiendo ya por nieve dura y pequeños resaltes hasta rodear a una pequeña subida. Rafa y yo nos miramos y comentamos que nos vamos a encontrar la placa fisurada en unas condiciones lamentables. Todo el mundo coincide que es la parte más técnica y difícil de todas y, para mí, así fue.

Cuando vimos la cola que había, decidimos parar a tomar otra barrita y otro trago de agua. Otra hora larga allí parados. Los italianos no se complicaban la vida, desde el parabolt de la primera repisa iban izando a los chavales uno tras otro, solo una chica, aparentemente japonesa o coreana, que ya había mostrado buenas maneras antes, se decidió a intentarlo y, tras un par de resbalones lo consiguió para alegría suya y del guía. Llegaron tras nuestro unos chavales vascos, muy majos (un saludo Aitor si lees esto, ya ves que sí, que llegamos arriba). Tras un rato de charleta fui a hacerles una foto y es cuando tomé verdadera conciencia de lo que esta suponiendo la tormenta, las cremalleras del gore-tex estaban cubiertas de hielo y apenas si podía buscar el móvil. Al final no hubo foto, en la placa, completamente mojada y casi helada, seguían los resbalones. Ya les avisé, "armaros de paciencia que yo voy un poco flojo de remos por la altura y ya veremos si no me pongo a parir", "tranquilo Jose, si hay que echar una mano se echa y entre todos te subimos en un plis".


Nos toca, sube Rafa, lo mira, cambia la punta del crampón, se aferra a la fisura... y se baja "buenoooo, pienso yo, como las voy a pasar". Decide quitarse los guantes y subir con las manos desnudas. Ni dos minutos, visto y no visto. Chapar el clavo, trincar la fisura, las puntas al agujero, cambio de pie, ¡hop, hop y arriba! Va el matao, guantes gordos, intenta coger la fisura, no le entran los dedos, aún así lo intenta, la puntas al agujero, lo intenta y ¡zas! resbalón y abajo. Otra vez, puntas al agujero, agarra la chapa y, arriba, Rafa recupera rápido y tensa cuerda, ¿y ahora?, ¿qué hago con el pie derecho?, "un poco más arriba", grita Rafa, veo las marcas de dos puntas en la roca, pero están en vertical ¡!, y además da la sensación de que las han sikado, miro a mi izquierda y veo un clavo con una cinta que han metido para dentro, "esto han sido los guías" pienso a punto de entrarme la risa floja, con los guantes no puedo pillar la fisura más arriba, solo veo otro agujerito para el pie izquierdo y también está amarronado, ¿será el agua que chorrea?, intento cambiar el peso al derecho y subir el izquierdo al agujerillo, ¡eh, lo he logrado!, cuando intento cambiar la mano a un buen agarre a la izquierda, lo trinco, parece que lo voy a conseguir, solo es este paso, pero las puntas resbalan y, de repente, me encuentro colgado como un jamón. ¡Maldita sea!, lo intento desde allí, pero no hay manera de colocar las puntas de los crampones y me estoy petando los brazos. Al final Rafa me baja hasta la repisa, se ha vuelto a formar cola y dejo pasar a los vascos que se ofrecen a ayudar pero Rafa les dice que no hay problema. "¡Nos vemos arriba Jose!", chao, digo un poco decepcionado. Estoy muy jodido y cabreado, sobre todo por Rafa que, resignado, me baja una polea para que me agarre a la cuerda y vaya subiendo así. Pero no sin otro intento. Me quito los guantes gordos y me dejo los finos, esto es otra cosa, un paso, otro, un resbalón, pero Rafa sigue trincándome fuerte, un guía francés que estaba abajo me guía el pie izquierdo hasta un pequeño agarre que hace la fisura -"estos se las saben todas"- los de la cola animan, empujan tanto como yo, la izquierda al agarre de antes, esta vez noto que lo agarro con seguridad, todo el peso al lado izquierdo, al fin el derecho puede subir a otro buen maceado, cambio el peso y al fin la mano derecha trinca una regleta generosa más arriba, un pequeño resbalón, un buen tirón de Rafa y estoy sobre la repisa helada, junto a Rafa, trincando la línea de vida al parabolt, todo el mundo abajo suelta un soplido de alivio y suben todos como conejos. Tira Rafa por la derecha, por una buena chimenea generosa en agarres, cuando comienzo yo a subir por ella, empieza el numerito en la placa de nuevo. Yo no pienso quedarme a verlo, ya he sufrido yo bastante. Después de esto, la chimenea me parece un paseo militar.

Una vez superada la chimenea, se flanquea por nuestra izquierda, y por medio de un paso largo se pasa a un bloque desde el que hay que dar un pequeño salto para bajar, hemos cambiado de vertiente y nos encontramos en plena cara norte. Aquí la tormenta es cosa seria y el alma se nos cae un poco a los pies. La chimenea es un sistema vertical que se supera en zig-zag y está llena de gente, los guías italianos siguen arriba afanándose, gritando para poder hacerse oír, los vascos esperan abajo y aparecen dos chavales alemanes que vienen del espolón de los cósmicos, castigados por la tormenta, el que parece ser el líder va muy decidido a por la chimenea, el de detrás va hecho polvo. Rafa, viendo el percal, se pone en la base de la chimenea para no perder el turno pero ahí, la ventisca le sacude de lo lindo y le veo tiritar, por primera vez me preocupo seriamente por el cariz que toma la meteorología. Me dice que me quede más atrás, haciendo equilibrios en una canal de nieve, pero allí, al menos, estoy protegido del viento. Pasa media hora y aquello no avanza, otra media hora y el alemán se pone borde, intentando que pase el vasco aunque su compañero no le pueda asegurar. Tan borde se pone que, al final, el vasco le grita que lo intente por la pared helada del gendarme. El alemán se calma. Al final, el vasco de arriba grita que ya pueden subir que pasó el atasco. Cuando sube el segundo, el alemán sube a su par y prácticamente, tira de su compañero desde arriba. Al fin, ya nos toca, me pongo en la base y aseguro a Rafa, sube, un paso delicado con empotramiento de puño para subir el pie izquierdo a una fisura completamente cubierta de hielo, las condiciones aquí, en la cara norte son verdaderamente duras. Sube con cierta dificultad hasta un enorme bloque que hay que atravesar en travesía ascendente a izquierdas hasta trincar un filo y salir a otra canal vertical. Un pequeño susto, pues todo está ya cubierto de hielo pero Rafa se trinca y sale bien. En un plis está bajo un pequeño extraplomo que hay que superar con un paso en equis. Aquí me desenvuelvo bien y resuelvo los pasos con seguridad y, enseguida, llego con Rafa. Seguimos oyendo gritar a los italianos por encima nuestro, aunque no los vemos, ¿qué narices estarán haciendo para pasarlo tan mal?. Sigue Rafa, se da el paso complicado y sale a una buena canal llena de agarres por todos lados y de nieve en buen estado, llega a un paso raro con un bloque inclinado y desde allí me grita: "salen dos huellas, una a izquierdas y otra a derechas, ¿por cuál tiro?" -"Por la fácil, le grito yo desde abajo"- "Sube y lo vemos". Extrañamente, me encuentro mucho mejor físicamente ahora que al principio, como si hubiera aclimatado, y el paso sale facilmente, subo rápidamente por la canal y enseguida estoy junto a él. A los dos nos parece más lógico el camino de la izquierda así que, paso yo delante hago una pequeña travesía y me quedo junto a un bloque que cierra el camino pero que parece accesible. Paso la cuerda por un cuerno de roca y aseguro a Rafa, definitivamente estoy mejor. Es como si haber pasado la placa me hubiera liberado psicológicamente. Nos subimos al bloque y Rafa me asegura mientras destrepo una fisura hasta una pequeña plataforma nevada. Llega Rafa y los dos nos miramos con cara de póker: estamos en un callejón sin salida. Frente a nosotros un muro de unos treinta metros nos cierra el paso. A nuestra derecha una laja colgada con dos fisuras. Bajo nuestros pies, la cara norte de la Aiguille de Midi, no vemos el patio por la niebla, pero podemos adivinarlo.
La salida, es evidente, pasa por superar la laja colgada hasta una especie de cresta de gallo que la corona. Rafa la mira, la tienta, pone un friend, se baja. Vuelve a subir, chapa el friend, coloca un fisurero a su izquierda en una fisurilla, intenta poner una cinta larga para el pie, vuelve a bajarse. Respira hondo y vuelve a la carga, esta será la buena. Finalmente no usa la cinta para el pie, sube en bavaresa un pie en la fisura de dentro, un paso más y logra encajar la izquierda en la fisura paralela exterior, se retuerce, parece que la jodida gravedad podrá con él y lo sacará de allí pero Rafa es mucho Rafa, un tirón y ya está trincado de la cresta de gallo. Respiramos aliviados. Monta una reunión improvisada sobre la laja y desde allí me asegura, quito la cinta del fisurero y me dice que lo deje pues desde arriba lo saca el mejor. Me encaramo hasta la laja, empotro el pie derecho en la fisura interior y busco donde colocar el izquierdo, de repente, lo veo claro, las puntas a la fisurilla donde está el fisurero, así voy progresando poco a poco, hasta que la fisura interior se ensancha tanto que no puedo encajar el pie derecho, empotro la rodilla, de allí no me mueve nadie, ya he parido bastante. Me retuerzo como una serpiente y logro poner el pie izquierdo en la segunda fisura, ahora sí estoy trincado, un último tirón y ya tengo la cresta en la mano, prueba superada.

La niebla se disipa un poco y vemos que tenemos la terraza del teleférico a apenas diez metros de nosotros parece que ya está hecho pero el muro sigue entre nosotros y la terraza y, a la derecha, un extraplomo completamente cubierto de hielo nos cierra el paso. Vemos que la huella se desplaza a nuestra derecha, allí, la panza es más pequeña y, sobre ella, una amplia fisura vertical la recorre de derecha a izquierda. Rafa se dirige hacia allí, se sube y descubre que puede meter todo el brazo en la fisura, se tumba sobre ella, encaja brazo derecho y pierna derecha y logra subir el pie izquierdo a una pequeña plataforma, desde allí, alcanza facilmente una pequeña plataforma nevada que, a la postre, resulta ser el final de la vía. Tras algún resbalón y un pequeño susto, logró seguirle los pasos en tan poco elegante pasaje y, al fin, estamos los dos sobre la plataforma. Después, descubriríamos que esta "variante" no es la salida natural de la vía, si no una variante que Carlos y Liby habían hecho para evitar la caravana en la canal de salida. Una pequeña bajada y estamos al pie de la escalera que nos deposita sobre la terraza desierta del teleférico de la Aiguille du Midi. Una gruesa capa de hielo cubre la verja metálica que bordea la terraza. ¡Lo hemos conseguido!

Rápidamente, dejamos la terraza para entrar en la seguridad de las escaleras, allí, en soledad, nos quitamos todos los trastos. Los macutos están completamente blancos de la ventisca, el goretex veteado de hielo, los guantes empapados, los trastos y el piolet, colgados del portamaterial están completamente cubiertos de hielo, son casi un bloque. Tras un abrazo de felicidad por haberlo conseguido oímos ruido en las escaleras y, de pronto, aparecen dos japoneses apenas cubiertos por capas de lluvia de estas de promoción con la cámara al hombro. Su cara lo dice todo sobre nuestro aspecto. Asombrados preguntan: "Climbers?, where are you came?, can i do photos?", en algún lugar, en la red, habrá un blog con una foto que me hubiera gustado ver, menuda pinta debía de tener. Nunca me sentí tan bien al bajar una montaña.


Desgraciadamente, un par de días después, supimos por unos navarros que la tormenta se había llevado la vida de dos personas que intentaban coronar el Mont Blanc y dos ingleses de 23 años, tuvieron que pasar la noche vivaqueando y ser rescatados al día siguiente en helicóptero. Según Ski News, una autoridad municipal de Chamonix aseguró que nunca debió de pasar, ya que la tormenta estaba oportunamente anunciada. Ni siquiera un político español soltó nunca una mentira tan cruel.

Cuando Rafa y yo llegamos a la terraza eran las 16:43, Liby y Carlos habían tardado poco más de dos horas y media en hacer el mismo recorrido. La tormenta nunca llegó a alcanzarlos. De cualquier manera, todos lo celebramos esa noche con una suculenta fondue en un restaurante de Chamonix.

"A todos los que dejaron su vida en la montaña persiguiendo un sueño."

10 de agosto de 2010

PEÑAS DEL PRADO



Pues nada, ante todo pediros perdón si la calidad de las fotos o la entrada en general es un desastre, ya que esta es la primera vez que hago esto. Y no tengo excusa, pues no puedo alegar desconocimiento en mi descargo, ya que manejo ordenadores desde que, prácticamente, llegaron a España allá por principios de los ochenta. Pero esto del blog, la verdad, es que siempre me ha dado una pereza increíble.
Bueno, pues empezaremos por nuestra última salida y, quizás, sólo quizás, si mi escaso tiempo me lo permite, iré colgando algunas de las cosas que, a lo largo de estos dos últimos años, hemos ido haciendo unas veces, e intentando otras, esta cordada familiar.

Yo, como dice Libertad, soy el diesel star de la cordada. Soy el que rompe la media, ya que, sin mí, la media de edad de la cordada es de 28 años, conmigo sube a 36. Así que, el que tenga curiosidad que calcule. Llevo desde los dieciseis años saliendo asiduamente a la montaña, con parones e intensas e inolvidables incursiones en la espeleología, pero nunca había escalado tanto, ni tan intensamente como en estos últimos cuatro años, la lástima es la edad y, sobre todo, los kilos acumulados durante estos años, pero no pierdo la esperanza... ya he dejado atrás veinte kilos y espero dejar otros tantos para afrontar tantos proyectos como tenemos en la cabeza. Bueno después de esta introducción del abuelo cebolleta con el único propósito de buscar vuestra indulgencia, vamos "al grano, grano" y a contaros nuestra aventurilla por tierras leonesas.
Salimos de Madrid, el sábado por la tarde, tarde, sobre las siete y, como siempre, con cosas pendientes, como comprar el cartucho del gas que, al final, después de dar vueltas durante media hora en el Carrefour, tuvimos que ir con el que teníamos a medias.

Hay que decir que el camino para llegar es largo, pero cómodo, ya que, salvo los últimos quince o veinte kilómetros, el resto es por autovía. Primero la de La Coruña (A6) hasta Benavente, allí la de León-Oviedo hasta la salida de Villalblino (nada más pasar el espectacular puente) y luego, dirección Aralla por carretera ya un poco peor. Desde allí a Cubillas de Arbás por una carretera de montaña que, sobre todo de noche, exigirá toda nuestra atención al volante.

Llegamos al pueblo a las once y media de la noche y, para no dar demasiadas vueltas y después de un infructuoso intento de cenar, decidimos desandar nuestros pasos y estacionar la furgoneta en un prado junto a un poste de la luz que eran nuestra referencia para la aproximación.

Al despertar, como siempre en estos casos que se llega de noche, la vista es espectacular:

salvo un pequeño detalle, ¡je!, estas no son las Peñas del Prado, así que seguimos con la vista la línea de los postes de la luz y logramos verlas de refilón.









Pues nada, a desayunar y a buscar el lugar donde se inicia la aproximación.
Después de algunas dudas y alguna pequeña vuelta, intuímos donde comienza el sendero pero vemos que todo está rodeado de un pastor eléctrico, y empieza el sorteo a ver quién es el guapo que prueba a ver si está conectado o no. Menos mal que por allí pasó una paisana que nos aseguró que por allí era por donde se subía y que, casi con toda seguridad que el pastor estaba desconectado. Una descarga, por pequeña que sea, no es muy agradable ya de buena mañana.

La subida es más o menos evidente, una buena cuesta por los prados en dirección a una Collada que queda a nuestra izquierda. Según vamos cogiendo altura, el paisaje que queda a nuestro pies es impresionante, con el que creemos que es el embalse de la Luna a lo lejos, parece la "Tierra Media".




En, aproximadamente, media hora, llegamos a la Collada con la pared ya muy cerca a nuestra derecha. Es el momento de dejar el camino y empezar a buscar nuestro objetivo, una de las vías más clásicas de la pared "Lago de Luna" un IV+ de clásica que, si las fuerzas y el tiempo nos lo permiten vamos a intentar completar con un largo de placa de la vía "Sin aspiraciones a nada", un V+ durito de adherencia en una caliza que aparece espectacular a nuestros ojos y que, poco más tarde, nos confirmaría bajo la suela de nuestros gatos.

Gracias, como siempre, al buen ojo de Rafa, localizamos rápidamente la vía y nos situamos bajo su primer largo para colocarnos los "archiperres":


Este resulta ser un largo disfrutón de IV, al que Rafa le añade una pequeña variante de salida de IV+ que nos deja a todos un buen sabor de boca. Aquí vemos a nuestra pequeña Diesel Optima, saliendo a la placa poco antes de llegar a la reunión:


El segundo largo (IV+), resulta ser un entretenido largo, muy largo, que tiene un poco de todo, adherencia, fisura, pequeños extraplomos, diedro, todo ello para rodear por la izquierda los techos que tenemos justo sobre nosotros. Aquí el diesel star, llegó a la reunión con los pistones resoplando, pero con la culata en perfectas condiciones para continuar, con el motor alegre.
Aunque a algunas, más coquetas, les daba tiempo a todo.


Desde esta segunda reunión, se sale a derechas para, con un paso precioso de IV+ de los de antes, montarnos a una travesía que pronto se convierte en una cómoda vira que nos lleva a la reunión de "Sin aspiraciones a nada", justo bajo la placa de V+, generosamente protegida con parabolts. Solo añadir que, hasta aquí, lo único que encontramos en la pared, a parte de las reuniones (que siempre es de agradecer) fueron tres clavos en el segundo largo que tenían pinta de ser más viejos que yo. También, por si el tiempo se tuerce o las fuerzas o el tiempo no dan para más, desde aquí, por la derecha, se puede bajar de la pared sin demasiadas dificultades. Nosotros, como ya dije, nos decidimos por seguir por esta placa y probar la adherencia de esta estupenda caliza. La verdad es que el V+ tiene un par de pasitos que, yo creo que más por lo lavado que por otra cosa, parecen un poquito más y, si alguno pasa por allí y ve un manchurrón negro en la pared, que me perdone, pero es que me deje medio "neumático" en uno de los pasos. Nadie dirá que no apreté, ¡jó, es que llevaba los gatos recalentados!. La verdad es que no nos arrepentimos de nuestra decisión, la placa merece la pena y la maniobra para enlazar después con el diedro de la derecha aún más. En la placa:




El quinto largo, es muy largo, ojo a las cuerdas, va por un diedro facilón que guarda una sorpresa en su salida, en algunos croquis hemos visto que a este largo le dan de III+ en su conjunto, pero la graduación es la clásica y, el paso en concreto, hemos visto en otros croquis que le dan de V, pero, sea como sea, el paso es bonito y, colocándote bien, sale sin demasiada dificultad y se protege bien con un fisurero al que Liby parecía tener manía, porque le metió dos "leches" al pobre con el "saca fisureros" que salió del tirón. Del largo no tenemos fotos (dice Rafa que por correr), pero sí que le hicimos una a él, que ya se la tenía merecida el pobre.


El sexto largo sale rodeando un bloque empotrado en bavaresa (IV+ de clásica, es decir durito) que una vez superado y con tendencia a la izquierda nos lleva por terreno algo más fácil a una placa con los característicos canalizos de tubos de órgano de esta zona (III+, IV) hasta la única reunión que deberemos de montar en un generoso puente de roca y alguna fisurilla. Vista de la reunión:

El séptimo y último largo sigue la tónica de este último, placa de tubos de órgano de IV, travesía a la derecha y luego una canal llena de hierba que, como Rafa es un ecologista, decidió no pisar, sacándose un variante a derechas que nos sitúa sobre un aéreo espolón con unos agarres de disfrutar como enanos, luego una corta placa y una pequeña travesía que nos dejan ya en el final de la canal donde Rafa montó la última reunión, unos quince metros antes de la cumbre que ya alcanzamos con fáciles pasos de tercero, casi a la carrera porque tenía toda la pinta de meterse la tarde en tormenta, la cuál, afortunadamente no quedó más que en dos o tres gotillas aisladas. Fotos de cumbre:
Después, a buscar el mítico rappel volado que nosotros no supimos encontrar por ningún lado. El que sí que encontramos después de sufrir el asedio de una nube de hormigas voladoras en la cumbre de las Peñas, fué el otro rappel del que habíamos leído, el cuál, más modesto, en dos tiradas te deja sobre la gran repisa desde la que ya, con un fácil destrepe, se alcanzan los prados del pie de pared. Este rappel, se inicia tras destrepar unos diez metros a la derecha de la cima mirando hacia el valle, allí encontraremos un gran puente de roca y un cáncamo gordo desde el que se rapela hasta una repisa que hay unos treinta y cinco metros más abajo. En esta, encontramos tres chapas, con este aspecto: Liby se llevó de recuerdo los dos cordinos de aspecto amenazador y hemos dejado dos maillones para que, los que vengan después puedan rapelar con mayor seguridad. Aquí la Libita en plena maniobra de descenso: Y, bueno, día agotador pero lleno de buenas sensaciones. Decir que la vía nos encantó y el sitio es una maravilla al que tendremos que volver para probar alguna que otra vía. Que estuvimos como cuatro horas y media en la pared pero porque hicimos dos buenas paradas para comer e hidratarnos (ya estamos escarmentados de otras veces) y echar unos cigarritos (que en todos los trabajos se fuma), que pasamos calor pero no demasiado ya que tuvimos dos largos y el descenso con algo de chicharrera (como se recalientan los gatos al sol, menos mal que siempre escalo con calcetines) pero el resto del tiempo estuvo nublado y con vientecito que refrescaba el ambiente.

El pueblo nos gustó mucho, pequeño y tranquilo, pero nos tuvimos que venir sin averigüar si el restaurante "Río Viejo" es tan bueno como dicen, ya que ni nos dieron de cenar cuando llegamos (era un poco tarde, las once y media), ni tampoco cuando bajamos de la montaña ya que se marchaban a casa (las nueve menos diez de la noche) porque no tenían pan. Bueno, quizás en otra ocasión. Tampoco pasa nada, nos fuímos del tirón hasta Benavente, donde Rafa conocía un sitio de carretera, ya en la A6, junto a una gasolinera (lástima no recordar el nombre) donde cenamos de vicio por diez euritos por cabeza. Total ochocientos kilómetros de carretera, una hora de caminata, cinco de montaña, seis de sueño y muchas, muchas ilusiones cumplidas una vez más. Y todo ello en poco más de veinticuatro horas. ¿Alguien da más?.